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La tercera generación del
Subaru OUTBACK.

Para el 2005, el abanderado de la compañía recupera su anatomía estilizada

 

por PEPE FORTE editor de i-Friedegg.com


Cuando en el futuro Subaru decida reescribir su historia, tendrá que dedicar un capítulo de honor al Outback. A principios de los años 90, la operación de Subaru en EEUU estuvo en un tris de cerrar. ¿Malos coches? Nunca. Pero aunque a través del modesto Justy y los aplaudidos Loyale y Brat la firma japonesa era admirada, no se puede mantener una operación comercial exitosa sólo en Vermont. En el último instante, Subaru decidió apostar por el Outback de 1996, que salvó su presencia en América.
  
   ¿Absolutamente original? No del todo. Ya casi nadie de acuerda de aquella rara avis, el AMC de los 80. Igualmente, ahí está la transmisión Quattro de Audi. Pero ningún auto cocina mejor que el Outback el plato más exquisito con los mismos ingredientes y receta que otros usaron antes. ¡Oh, cuántos elogios! Bueno, tiene su explicación: Soy de los pocos –acaso el único- de los periodistas de automovilismo que ha poseído un Outback por años, y acaso por ello mismo tal vez sea el menos indicado para escribir de Subaru. ¿Qué de pedirle a un gato que escriba del pescado? Aún así opinaré, no sin antes advertir lo que ya es evidente: que si sueno biased, es decir, parcializado… no son sólo apariencias.

 

El L. L. Bean en la cima
   En su tercera generación el line-up de Outbacks ha llegado a su mayoría de edad. De sólo dos modelos —el Limited y el regular hasta 1999—, ahora El Outback integra una familia de 6, animados con motores de 2.5 ó 3.0L, de 4 ó 6 cilindros respectivamente, incluida inyección turbo. En la cúspide de la pirámide está el L.L. Bean, fruto de una asociación con la célebre compañía de vestuario para deportes de invierno.
  
   El Subaru Outback L. L. Bean del 2005 junta lujos y rendimiento. Se beneficia del tradicional motor boxer del fabricante, de 6 cilindros opuestos horizontalmente, para un centro de gravedad más bajo, lo que se traduce en más estabilidad. Genera 250hp. Esto es un gran paso en potencia, porque la generación inicial del Outback con un solo motor de 4 émbolos hacía 165.
  
   Esta planta motriz está acoplada a la habitual transmisión automática Full Time All Wheel Drive de Subaru, de 5 velocidades, que conecta o desconecta un tren de rodaje o una rueda en particular, con lo que el vehículo no "patina" sobre superficies resbaladizas, como el hielo. El Outback es el auto perfecto para zonas montañosas y de carreteras heladas, pero también es muy útil en una ciudad como Miami que, aunque llana, sus vías se vuelven traicioneras con los aguaceros de verano (en 1999, cuando el huracán Irene convirtió a la Capital del Sol en una Venecia tropical, regresé sano y salvo a casa a bordo de mi Outback tras transitar calles con el agua a la altura de la manijas de las puertas del coche —¡con las luces delanteras bajo el agua!— mientras sorteaba SUV's más altos que mi auto, varados).

Para el Outback III, Subaru estrena dotes presentes en el L.L. Bean: estructura mas fuerte, feeling deportivo y suspensión revisada más mullida, aunque anhelo que la compañía trabaje más en la insonorización de cabina, a pesar de que la mejora es dramática (al primer Outback le encantaba hacerse eco del viento, además de los chirridos metálicos del rodaje típicos de todo Subaru de la época en los primeros meses de uso; ya eso es cosa del pasado). También hay más aceleración, y conserva la segunda velocidad de lapso más largo.
  
Un station-wagon que no es sinónimo de tedio
   El Outback se elevó más también. Ahora cuenta con un clearence de 8.4", que lo capacita muy competentemente para la actividad off-road. Y aquí es donde a pesar de ser un station-wagon, el Outback obliga a exiliase al aburrimiento. El L.L. Bean conjuga distinción con mucho espíritu deportivo. Con la aventura en el alma, es ideal para la gente con un estilo de vida activo e inclinación a los deportes de exteriores bajo condiciones climáticas severas. Todo esto sin maltratar a su ocupantes, prolijándolos de amenidades interiores.
  
  

Por dentro, el L.L. Bean ofrece un acabado imperial. Ergonómico e impecablemente bien diseñado, trae asientos de piel multiposiciones y térmicos para el conductor y el pasajero delantero. La combinación de acentos de madera y aluminio es sobria. Los detalles en madera mate recuerdan a los estéreos de lo años 70, para una apariencia finísima y única (la madera alcanza el volante). Y las viseras interiores son de un terminado tal que podrían decorar un Rolls-Royce. Está provisto de magnífico estéreo integrado, con varios altavoces y tocador de CD's, que comparte espacio en la cosola con el climatizador dual y automático. Ambos son racionales y nítidamente emplazados. Sólo lamento la ausencia de la antigua asociación con el estéreo McIntosh de la respectada firma de audio británica.
  
   En cuanto a seguridad, el Outback ofrece standard bolsas de aire delanteras y laterales, y frenos de disco ABS asistidos en las cuatro ruedas con Electronic Brake-Force Distribution.



El rey de los station-wagon
   Por fuera, este Outback supera con creces a la generación II, que siempre me pareció chunky y con un tercio trasero caricaturesco. El Outback tiene que ser y lucir alto y estilizado. En eso radica su encanto. Esta camada de Outbacks —en particular el L.L. Bean—, logra un cóctel maestro de elegancia y dinamismo. Y continúa su tradición de fineza de ventanillas carentes de marcos. Los retrovisores laterales incluyen indicadores de dirección de cristal blanco y los aros de aleación de 5 huecos van en tono de titanio, como la consola dentro.
  
   El Subaru Outback L. L. Bean del 2005 es posiblemente, atendiendo a ofrecimientos y precio, la mejor alternativa en el segmento de los station-wagons. Un magnífico coche de aplicación que sirve para alimentar el ego. Pero no olvide que, por encima de todo, su fuerte es hacernos sentir seguros en un mundo de tráfico amenazante y con una Naturaleza que a veces se pone ceñuda y refunfuñona.