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La vida en ROJA

Una ¿elucubración? sobre la sovietizada vida cubana en los años 70. La idea original fue concebida por mi hermano F.Carlos Forte en 1977. La escribí finalmente en 1993. La publicamos ahora en el 2011 al amparo de la noticia reciente de la encuesta que demuestra que a 20 años de la desaparición de la Unión Soviética, los rusos todavía la añoran.

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial semanal AUTOMANIA, y de EL ATICO, diario, por WQBA 1140 AM,
en Miami, Florida, una emisora de Univisión Radio.

Posted on Jan.4/2011

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El hombre se despierta ante la sonora alarma del reloj soviético Sevani en la mesita de noche, sobre la que reposaba una novela de Máximo Gorki, y salta de la cama soñoliento. Son las 6 y 30 de la mañana y camino al baño mira la fecha en el calendario que cuelga en pared del hall, ilustrado con una enorme y vibrante fotografía de la Plaza Roja de Moscú. Después de cepillarse con pasta de dientes soviética Pomorín y un cepillo dental soviético marca Tetebem, aplica al cutis la rasuradora eléctrica soviética marca Jarkiv, pero como no queda satisfecho con la profundidad del corte echa mano a la hoja de afeitar soviética Neva. Tras esto, va a a la cocina, abre el refrigerador soviético marca Moskva y se prepara un vaso de leche en polvo cuyo contenedor dice en grandes caracteres cirílicos MALAKÓ. Mientras toma su desayuno enciende su radio soviético VEF 211 y escucha en las noticias que la fábrica de tractores soviéticos Belarús sobrecumplió la meta de producción del mes.

Se puso la camisa limpia que su esposa había lavado la víspera en la lavadora soviética Aurika 70, y minutos después estaba en la calle, donde le recogió el transporte obrero, un autobús soviético Laz 699. El hombre es mecánico automotriz. Ese día, en su taller llamado "Vladimir Ilich Lenin", reparó un automóvil soviético Volga y el todoterreno soviético de su jefe, un UAZ 69. Además, cambió el aceite a un Lada y el faro delantero averiado a una motocicleta soviética Vósjod. Con su cámara fotográfica soviética Zenit con rollo soviético Svema le tomó una foto a la nueva parrilla que le colocó a un camión soviético Zil-130, para documentar la reparación. En el almuerzo, en el comedor obrero sirvieron carne rusa Slava enlatada y pilmienis. Antes de volver a las labores, leyó un rato el periódico Novedades de Moscú, en cuya primera plana aparecía una foto de los konsomoles moscovitas en plenos preparativos para un próximo festival internacional de juventudes.

A las 5 en punto de la tarde según su reloj pulsera soviético Poljot, salió del trabajo. De vuelta al hogar, compró en el estanquillo de la esquina el último número de la revista Unión Soviética y la historieta infantil soviética del Tío Stiopa para su hijo de 7 años. Mientras, por sobre su cabeza cruzaba un Ilyushin 62 de Aeroflot. Antes de entrar a casa saludó a un amigo que pasaba en su auto Moskvich.

Una vez dentro se duchó con el jabón soviético Mir. Cuando su hijo terminó de ver en el televisor soviético Rubin 205 los animados soviéticos de Tusha Kutusha lo auxilió con la tarea, un estudio sobre la vida del cosmonauta soviético Yuri Gagarin. Había un poco de calor y encendió el ventilador soviético Orbita. Después de la cena, mientras su esposa leía en el sofá el último número de la revista soviética Sputnik, entonces se fue él a mirar la televisión un rato. En el noticiero nacional de televisión transmitieron el reportaje de la reciente visita de Leonid Ilich Brezhnev al Koljós “25 Congreso del Partido” con motivo del sobrecumplimiento de la cosecha de trigo, y anunciaron el siguiente vuelo de la nave espacial soviética Soyuz.

Al terminar el noticiero vio un especial sobre la cantante soviética Edita Pieja, que cantó en ruso la canción "Mi Vecino"; después, el serial soviético de espionaje “17 Instantes de una Primavera” y, al final de la noche, la película soviética “Los Amaneceres son Aquí Apacibles”… pero resulta que se aburrió y decidió escuchar un poco de música en su tocadiscos soviético Rigonda. Y entonces sacó el disco… de Benny Moré, y mientras escuchaba “Santa Isabel de las Lajas Querida”, abrió la ventana y desde ella vio la farola del Morro con su haz rotatorio, a la entrada de la bahía. Ya hacía rato que había sonado el cañonazo de las 9, y La Habana se preparaba para irse a dormir, aquella noche de verano de 1977.

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