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JAGUAR S-Type R 2004: Oh, esos pobres James Bonds del pasado..!



Por PEPE FORTE/Fotos del autor.

Si ya la vio, comprenderá la comparación. Y si no, acuda a la casa de renta de videos más cercana y alquile el DVD o el VHS de la película Apollo XIII y concéntrese en la escena en que el poderoso cohete Saturno V se encaminaba a la Luna. Cada vez que se desprendía de una de sus etapas, con el nuevo empuje los astronautas, sometidos a la fuerza G, se hundían en sus butacas espaciales.

   Ese mismo tirón es el que se siente —o casi, para que no me tilden de exagerado— cuando apenas se oprime el acelerador del nuevo Jaguar S-Type R.

La necesidad del R
Cuando en la primavera de 1998 hice el test de ciudad del debutante Jaguar S-Type, sufrí la crisis de identidad de Arthur Conan Doyle; él no existía… el que existía era Sherlock Holmes. Al volante del S-Type todo el mundo se me acercaba… pero no por mí, sino por el coche —creo que ya superé el trauma.
  

Una de las inmersiones más exitosas de la ‘onda retro’ al borde del tercer milenio, animada también por el Chrysler PTCruiser y el Volkswagen Beetle, y cuando Ford amenazaba con la reminiscente versión del Thunderbird, resulta que inspirándose en el blueprint de los bellísimos Mark II de los años ‘50 y rescatando el nombre original de 1963, el Jaguar S-Type conquistó corazones —y bolsillos— inmediatamente. Pudiéndoselo uno llevar a casa por un poco más de 40 grandes —¡¿un Jag por menos de 50 mil?!, ¡no!—  el S-Type fue el primer fruto de la fusión Ford-Jaguar, y por eso el Lincoln LS comparte mucho de su arquitectura. Accesible, permitió a un estrato de consumidores que anhelaba pero que no podía pagar un tigre de Bengala, obtener un leopardo a precio de gato, aunque valga decir que no callejero, sino siamés.

El bellísimo Mark de los años 50 es la fuente de inspiración del nuevo Jaguar S-Type.

Tras casi cinco años bajo la luz, y habiéndosele sumado poco después un hermano pasado por agua —el X Type— el suculento S-Type ha sido un hit de ventas al que se le han hecho mejoras paulatinas, como la transmisión automática de 5 velocidades. Pero, ¿por qué no hacer también un S-Type R para revitalizar la serie, especialmente ahora que los XJ han sido rediseñados?

Un S-Type hormonado
Lo que diferencia al S-Type ‘regular’ de 3.0L del ‘R’ es, básicamente, lo mismo que separa al resto de los Jags de su versión hiperkinética: performance. La “R” en Jaguar, importada de sus hermanos mayores y más caros, XK y XJ en sus escalones supremos, es lo que la M es a BMW, o AMG a Mercedes-Benz. En este caso, un rabioso motor V8 DOHC de 4.2 litros, súpercargado y súperenfriando, de 32 válvulas, para nada menos que 400 caballos de fuerza, acoplado a una transmisión trasera automática de 6 velocidades. Con semejante paquete, el S-Type R es una bestia para circuito con montura de lujo que nos hace ver con desencanto el mapa de carreteras de Estados Unidos: no hay faja de asfalto en el país para que este bólido disipe su adrenalina —y la de su conductor.

Y como mi licencia de conducción es para mí tan sagrada como los 12 Mandamientos —sí, dije doce (”No correrás”, XI Mandamiento; “No desearás la velocidad del prójimo”, XII Mandamiento)— me cuidé mucho de no caer en la tentación, y empujé este bólido tipo R sólo media decena de millas por encima del límite de la autopista más rápida de la Florida. Aunque me temo que ésa no es la verdadera razón: mi esposa me acompañaba —“¡no corras, no corras..!”— y, además, odio cuando la patrulla de carretera tras tratarlo a uno tan cortésmente como si fuese el príncipe Charles y celebrar con entusiasmo el ‘móvil del delito’, te pega una multa por speeding que es la mitad de tu income semanal (psss..! no me ha pasado; lo he visto en películas…).

No matter what, no me hizo falta: sé que este R llega a las 60 millas por hora en unos cinco segundos. Y por otro lado, me importa un bledo que el velocímetro marque como máximo las 160 millas por hora. Pura formalidad; la aguja tiene que terminar en algún punto porque simplemente no le puede dar la vuelta al dial.

Estilísticamente, el R es identificable a primera vista por sus aros de 18 pulgadas calzados con neumáticos anchos de bajo perfil y, sobretodo, por el grill de malla, no de tirantes. Y, claro, por la letra R.
  

La suspensión ha sido bajada y ajustada pero no compromete el rodaje, y garantiza aún una jaguarisque circulación de modales imperiales.
  

En cabina, la consola mantiene el tradicional esquema de la J en la palanca de cambios y la distribución de botones, muy organizada, pero no exactamente ergonómica. Me gustaría ver en las próximas ediciones más espacio para las piernas, pero aún así, definitivamente, la serie S-Type ofrece más vacío entre el volante y la pared izquierda del vehículo y más volumen en el baúl que los XJ de hasta el año pasado, y también más espacio para la cabeza que sus circunspectos hermanos mayores, aunque no concibo a nadie interesado en conducir un S-Type R con un sombrero de copa.
  

En cuanto a amenidades y funciones, el modelo Type R que probé aportaba 16 posiciones para los asientos delanteros con memoria (térmicos y de cuero), freno de mano electrónico, limpiaparabrisas automático, sensores de retroceso, pedales electrónicamente ajustables, climatizador automático dual, elevalunas expreso en las dos direcciones, acentos en madera oscura, stereo Alpine de 320 watts y 10 altavoces, sistema de navegación, lámparas de Xenón, remoto universal Homelink para el garaje, Control Dinámico de Estabilidad, proliferación de bolsas de aire y los eficientes y bellos frenos de disco ABS Brembo en las cuatro ruedas, para un precio de $64,630 dólares.
  

Resumiendo, el S-Type ‘normal’ compendia las exquisiteces de Jaguar a buen precio, pero no se compra la versión R del vehículo ni se paga la diferencia de precio sino por otra cosa que por liberar a esa fiera desesperada que lleva dentro, ávida de exorcizar su aceleración y potencia.
  

¿Le importaría si cierro con otra comparación de celuloide? Pues bien: este es el auto que siempre debió haber tenido el Agente 007. Deben estar por ahí desconsolados, llorando por los rincones, Sean Connery y Roger Moore…