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Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com,
y conductor del programa radial EL ATICO DE PEPE,
de lunes a viernes de 5:00pm a 6:00pm ET, por la 710 AM,
y de AUTOMANIA, domingos de 12:00pm a 1:00pm
por WQBA 1140 AM, ambas emisoras en Miami, Florida,
de Univisión Radio
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La Canon T70 fue una cámara que me dejó muchas satisfacciones.

Una SLR de 35mm, la T70 fue introducida al mercado en la primavera de 1984 como el segundo modelo de la por entonces flamante Serie T, que sustituyó a la exitosa Serie A de la firma japonesa. La primera de las T’s fue la 50, más simple y totalmente automática, pero que sirvió de ensayo anatómico para la 70. Posteriormente Canon probó suerte en el por entonces naciente fenómeno del autofoco con la fallida T80, y la serie terminó con la portentosa T90, introducida en 1986 y conocida como “el tanque” por su resistencia, que representó una alternativa a la profesional de entonces, la antológica F-1n, y sirvió de base para la clase EOS autofoco de la marca.

Pude adquirir la T70 alrededor de 1988 y la usé con muy buenos resultados hasta 1994. En ese mismo período poseía una fabulosa A-1 y una F-1n, mucho más capaces ambas, pero como la 70 era más liviana y pequeña, solía favorecerla en los viajes, a menos que éstos fotográficamente hablando demandaran exigencias superiores.
Pepe Forte, editor de este website, usando la T70 en estudio, en Miami, Fl, en 1993.
 

Aún así la exploté profesionalmente: las fotografías correspondientes al segundo volumen de la serie de discos "Ancestros" de la banda de rock and roll cubana SINTESIS, las tomé con la T70, y los resultados fueron muy recompensadores.

La T70 fue el reemplazo de la AE-1 de 1976 —debajo—, y ya se enmarcaba en lo que se llamó la Era de las Computadoras.

Era una cámara moderna y una carta de presentación de lo que vendría después en términos de sustitución de funciones mecánicas por electrónicas. Carecía de palancas y knobs o botones para manualidades como cargar el rollo, pasar al próximo cuadro o rebobinar el rollo.

Para cargar el rollo de película sólo se necesitaba abrir la portezuela trasera, colocar la lengüeta en el sprocket de arrastre, cerrarla, e inmediatamente la cámara sola halaba el filme hasta la posición No. 1.

Era un sistema confiable, a prueba de fallo, que nunca me engañó, aunque hay que reconocer que en subsiguientes cámaras se hizo más eficiente. Como era un modo de operación nuevo, inicialmente los fotógrafos desconfiaban y temían que la película no fuese mordida correctamente para hacerla correr, pero a la vez era una tecnología fascinante.

A la hora de rebobinar se operaban a la vez dos botones, éstos sí de espíritu mecánico, ubicados en la base de la cámara. El primer botón habría de deslizarse, y el segundo, apretarse. La idea de tener que operarlos los dos a la vez era dificultar su uso para evitar rebobinado accidental. De este modo la película regresaba al spool. Pero para disgusto de los profesionales, la T70 metía toda la película dentro, en vez de dejar el lead afuera.

Era una operación ruidosa, pero eficiente. Y, por otra parte, hasta se disfrutaba el ruido...

Como la T70 era una cámara motorizada, no necesitaba acoplar con motor externo en su base.

Encima, un verdaderamente revolucionario display de cuarzo líquido informaba de las operaciones de la máquina y las selecciones del usuario. Era pequeño comparado con los que vinieron después y con los que cuentan las cámaras del presente, pero encarnó no sólo la bienvenida a una nueva tecnología, sino un adiós a los botones mecánicos para las velocidad o los automatismos de exposición con que hasta entonces las cámaras contaron.

Hacia la mano izquierda se hallaba un selector deslizable que hacía las veces de interruptor (Lock significa Off o apagado; Canon insiste todavía en la fórmula) y en sus otras posiciones encaraba el disparador automático y dos modos de lectura de luz. A su lado, un botón operaba el selector de sensibilidad de la película (ISO).

Es oportuno señalar que la cámara carecía del sistema de lectura DX que identificaba automáticamente el asaje del rollo. El rango de ASA iba de 12 a 1600.

En esa misma ubicación estaba el botón de Modo, que permitía escoger entre el automatismo de exposición PROGRAM en el que la cámara según la sensibilidad determinaba por sí sola la velocidad de exposición y la apertura del diafragma, o la priorización manual de la velocidad, y entonces la máquina seleccionaba la apertura correcta (las velocidades de la T70: de 2 segundos a 1000). Carecía sin embargo de Av, es decir, de Aperture Priority, en qué escoger la apertura para que la cámara decidiera entonces la velocidad apropiada a ella. Pero tenía dos automatismos más como en una especie de anuncio de lo que el futuro electrónico de las cámaras encerraba: un programa para ángulo ancho y otro para tele en que de acuerdo con cada uno prefería un diafragma más cerrado o más abierto para garantizar la profundidad de campo.

También, la cámara, como una profesional, tenía la opción de usarla totalmente manual.

Para seleccionar más velocidad o subir o bajar en el menú de automatismos, dos pequeños pulsadores sobre el bode superior del display, identificados como down y up (arriba y abajo) permitían al fotógrafo ascender o descender en las opciones.

Una característica que me fascinaba de la 70 era “pre-fijar” la exposición y luego recomponer la escena. El visor, luminoso —aunque no tanto como el de la antológica A-1—, contaba con LED’s de colores para la información.

La T70 también era moderna en cuanto al obturador; éste era una cortina metálica de persiana y carrera vertical.

En los años 80 existía una profusa panoplia de lentes de Canon, especialmente de la serie FD, que servían a la T70, dotada de la célebre bayoneta "exterior" de la marca.

Eléctrica, no era posible usar la T70 sin baterías. Requería dos AA. La usé casi siempre con pilas recargables de níquel-cadmio y la verdad es que trabajó perfectamente, a pesar del recelo sobre el amperaje de esas baterías. Un botón identificado como BC (Battery Check) al oprimirlo informaba en la pantalla cuánta energía quedaba.

Ergonómica gracias a su protuberante lado derecho, la T70 era fácil de manipular. No era pesada como ya advertimos, y el botón del disparador era agradable al tacto y estaba muy bien ubicado.

Por detrás, facilitaba el agarre una sección rugosa donde se posaba el pulgar.

Estéticamente siempre nos pareció una cámara hermosa y muy novedosa en diseño. Con una economía de líneas que más bien parecía de la firma de la Bauhaus, la T70 también llenaba el lado vanidoso de cualquier fotógrafo.
Pero como en apariencia y existencia era plástica, la presumíamos frágil. A los tres años de explotación, acaso por la constante acción de la pequeña portezuela del compartimiento de las baterías en el afán de recargarlas continuamente, la laminilla de contacto inferior se desprendió de la escotilla, impidiendo no sólo cerrarla sino también la conexión. En vez de enviarla a reparar, decidí por mi cuenta una solución minuciosa como la de un relojero: fijar la laminilla con cuatro pequeños tornillos de cassettes… y hasta hoy la dura la cura.
Años después, según estadísticas, supe que la puerta del compartimiento de las baterías de la T70, era su talón de Aquiles. Los remates de plástico fundido originales que fijaban la laminilla de contacto a la puerta (como se aprecia en la imagen debajo), se descabezaban y fueron ésos los que sustituí con el remedio santo de los tornillos de cassettes.
En cuanto flash, podía trabajar con el dedicado para ella, el Canon Speedlite 277T, pero era posible acoplársele otro ajeno. Trabajé la cámara con dos flashes Vivitar célebres en los 80, el 283 y el 285HV. La velocidad de sincronismo era de 125. La T70 no podía comparase con la reina del la serie la T90, pero fue una maquina agradable de trabajar, versátil, amistosa y muy confiable.
Esta es nuestra hoy jubilada T70, coronada con un Vivitar 283.
 

La velocidad de sincronismo era de 125.

Para concluir: La T70 no podía comparase con la reina del la serie la T90, pero fue una máquina agradable de trabajar, versátil, amistosa y muy confiable, de cuya veteranía nos complacemos. De regresar atrás en la máquina del tiempo, sin dudarlo ni un 500 de velocidad procuraríamos volver a poseerla.

 
El editor de este website en la terraza del aeropuerto de Nueva Gerona, en Isla de Pinos, Cuba, justamente en la mañana de enero que comenzó la Guerra del Golfo, en 1991. Invariablemente llevábamos la Canon T70 en cada viaje, como 'second body' a la A-1 o a la F-1.