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BARRAMOS A BARREDO

Uno de los personeros más antipáticos de la dictadura castrista ha regañado y ofendido al pueblo cubano. Dice que la gente de La Isla tiene el "síndrome del pichón". A veces uno cree que Fidel Castro es lo peor...

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com /Ilustración fotográfica del autor.

Posted on Oct. 12/2009

Cuando uno lee en “Antes que Anochezca” el párrafo escrito por Reinaldo Arenas en el que dice que Cuba produce una cantidad de mala gente desproporcionada para su población, Lázaro Barredo Medina es uno de los frutos de esa cosecha que me viene enseguida a la mente, y quizás para pésimo consuelo, lo recuerdo en la lista antes incluso que a Fidel Castro. Intentando hallar un por qué sicológico, creo que se debe a que Barredo, como el desaparecido —y afortunadamente olvidado— Álvaro Sánchez-Cifuentes, tiene la facultad de irritar. Sánchez-Cifuentes y Barredo Medina caen en la misma nómina de mortificantes resentidos, quedando ambos separados apenas por una nimia diferencia: el malhumorado cienfueguero que hablaba en la radio castrista de Miami tenía una excelente voz de barítono, mientras que Barredo una intolerable tesitura gangosa —¿imitará a Max Lesnik?

Yo recuerdo al Barredo de antes, no sólo al del estrellato de la Mesa Redonda de Cubavisión, como la mayoría de la gente lo hace ahora. Hace años que él viene dejando cruces en mi hígado, la primera de ellas allá por 1981 cuando por entonces ¿escribía? en el Juventud Rebelde, y en una de sus columnas dominicales arremetió contra el mal paladar cinematográfico del cubano común —gustos que existen en todas partes del mundo—. Su opinión molestó tanto incluso a un público acostumbrado a callar, que el periódico se vio obligado a publicar la carta de un lector enojado que enfrentó los regaños de Barredo. Él debe acordarse del caso aunque no quiera ni le importe.

Gracias a esas poses arrogantes y visceralmente estalinistas, en un país en el que no se crece por talento sino por adhesión al sistema y más que por ella por vociferarla, Barredo fue trepando posiciones a través de los peldaños de la abyección y hoy es un montón de cosas envidiables en la escala de allá: Diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular, panelista de la Mesa Redonda, y hasta director del Granma. Esto último ultraja la historia del propio diario que aún bajo su penosa condición de publicación sometida contó en el pasado con periodistas de clase que lo dirigieron. Como para cerrar con broche de oro el prontuario de vanidades fidelistas de Barredo, dicen que es de la Seguridad del Estado. Nada sorprendente para las posiciones que ocupa —total coherencia histórica en el sistema entre una cosa y la otra—. Integrar el organismo más temido por el pueblo de Cuba —sea “revolucionario” o no el ciudadano—, siempre es casilla marcada en el historial de entes como Barredo, pues ello los certifica más como nata que como crema en la estratificación del régimen.

Claro que Lázaro Barredo no es el único especímen de la abominable plantilla. De su corte ideológico en el pasado fueron Luis Sesto de Bohemia y Roberto Agudo de Tele-Rebelde —execrable el primero; mediocre y simulador el segundo—, y en el presente sus compañeros de plataforma Reynaldo Taladrid y Randy Alonso, aunque estos dos en honor a la verdad, son menos repulsivos: Taladrid porque se divierte con sus propias mentiras, y Randy por su casi candorosa fealdad, que atrapa como cuando Chaplin le decía a su mujer que estaba contemplando algo en la televisión tan malo, pero tan malo, que no se lo podía perder…

Tampoco podemos ignorar a Ricardo Alarcón, que aunque no es periodista ni lo pretende —gracias, Dios mío—, añade a su panoplia de defectos una característica única: la mezcla del cinismo con disparate y aún así hacerle creer a alguna gente —pasa a menudo cuando se es cabezón, calvo o frentudo— que es inteligente. Recordemos cuando Alarcón le aseguró a Ángel Zayón en la televisión de Miami que ¡no había visto! a los familiares de los Hermanos al Rescate abatidos por MiGs cubanos, que se paseaban solemnemente durante la entrevista apenas a una decena de pies frente él con las fotografías de los pilotos derribados, y más recientemente cuando dijo que si todo el mundo viajara a su antojo se produciría una trabazón en los aires...

Pero resulta que en este inventario de calamidades a propósito del anuncio de la probable abolición de la cartilla de racionamiento, Barredo —que no la usa ni padece—, regaña al pueblo de Cuba y para colmo se revela como eminente sicólogo colegiando una serie de síndromes de actitud. El personaje dijo que los cubanos sufren del “síndrome del pichón”, que les lleva a andar con el pico abierto para que les den de todo; el “síndrome del voleibol” porque siempre rebotan el balón hacia la otra cancha para que allí otros le resuelvan el problema; el “síndrome del avestruz” porque meten la cabeza en la arena y cierran los ojos a las necesidades y, finalmente, el “síndrome del obstáculo”, que entorpece las transformaciones de la revolución y negligente deja que sea otro quien se ocupe de remover la piedra del camino.

Esto supera al peor episodio imaginable de cinismo de Alarcón. Ofende, indigna… y entristece pensar no sólo que en Cuba han nacido y respiran homúnculos como Barredo —¡bah!, eso pasa donde quiera—, sino que además de encausar con subterfugios a una ciudadanía en la dirección que les conviene, luego la increpan por proyectarse a través de las únicas alternativas que conocen y que son precisamente las mismas que le impusieron. Si los cubanos de allá todavía esperan hoy por el auxilio de la mano benefactora del estado paternalista, es porque 50 años de castrismo en Cuba los condenó a eso, impidiéndoles participar por su propio albedrío en todo aspecto económico de la sociedad que podría generar progreso mientras, humillantemente para el nacional, abre las puertas a la participación extranjera.

Ningún pueblo se autolastra. Es el gobierno comunista de La Isla con gestores a bordo como Lázaro Barredo el que ha llenado de caballos de Frisa a la sociedad cubana, y son ellos y sólo ellos el obstáculo que este miserable ahora invoca como ajeno o heredado. Por eso hay una Cuba arruinada y empobrecida en La Isla, y se halla otra pujante y floreciente fuera de ella en los cubanos exilados.

Pobre Cuba, que no tiene ni tendrá remedio mientras en ella florezcan almas infames como Lázaro Barredo Medina y se reproduzcan como gremlins en la cantidad que decía Reynaldo Arenas. Por eso a mí, que siempre me han fascinado los juegos de palabras y el cambio de letras, no me queda otra cosa que hacer votos porque una ilusión acaso lúdica se vuelva una realidad con el leve reemplazo de la e por la i... para que el apellido de Barredo se convierta en Barrido…

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