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JUANES NO ES EL UNICO:
Otros firman la carta para excarcelar a los espías cubanos

Una apreciación más mesurada. No te hagas ilusiones Juanes, que no es un desagravio por el artículo que definitivamente escribí contra ti. El agraviado soy (y sigo siendo) yo... Sin embargo, soy capaz de este ejercicio de equilibrio.

Enlace a dos artículos anteriores relacionados con el tema
que complementan la visión de este:
1 • Juanes se hunde en el lodo
2 • ¿Debe Juanes cantar en La Habana?
3 • ¿A quién favoreció el Concierto por la Paz?

Por PEPE FORTE/Editor de i-Friedegg.com, y conductor del programa radial AUTOMANIA, por WQBA 1140 AM, en Miami, Florida, una emisora de Univisión Radio.
Posted on Sept. 27/2010

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Mi amigos —bueno, no todos, sólo algunos— me dicen que fui muy duro con (el pobre) Juanes. Es verdad.

Se refieren al artículo que escribí sobre la rúbrica de personalidades en una carta que solicita del presidente Obama la liberación de los cinco espías cubanos presos en Estados Unidos por más de una década, y que Juanes firma.

Antes de continuar, quiero revisar el párrafo precedente. Si escribí las palabras “liberación” y “espías”, lo hice simplemente para duplicar los argumentos de la mayoría de los despachos noticiosos que abordan el asunto, en el afán de restringirme a lo que parece ser una norma, a pesar de errada. Personalmente, atribuyo a la palabra liberación una belleza y una acepción que estos sujetos no merecen. Por otro lado, la definición de espías es apenas técnica, porque en realidad bien les vale que se les llame terroristas.

Me dicen también que en el juicio que se les celebró no fueron definidos como tal. De acuerdo. Así no fue… sólo por el simple detalle de que los juicios no se hacen para etiquetar a nadie, sino para demostrar que el acusado es inocente o culpable de los hechos que se le imputan y, dependiendo del veredicto, se le condena o se le absuelve. Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, Antonio Guerrero y René González fueron condenados por delitos de conspiración para cometer espionaje, asesinato y actos hostiles contra los Estados Unidos. Todo ello encaja perfectamente en el concepto de terrorismo según el prisma actual. Por tanto, la palabra liberación es demasiado noble: llamémosle más justamente excarcelación.

Como John Lennon cuando fue emplazado porque dijo que Los Beatles eran más famosos que Cristo, no voy a pedir disculpas ni a retractarme. Lennon, uno de mis ídolos artísticos mas no como ciudadano, fue muy lúcido cuando sin arrogancia por demás, dijo que lo que había dicho lo había dicho. Asumir es la vía mas digna para procurar la indulgencia.

Yo, como Lennon, lo que escribí, lo escribí, y no lo meteré debajo de la alfombra. Es más, en una nueva lectura de lo escrito —definitivamente contra Juanes—, redescubrí que sigo pensando exactamente igual y hasta me sentí tentado a agregar otras lanzas.

Una cosa sí podría lamentar: el tono, que de sopetón y de la mano de la rabia descargué sobre Juanes —de haberme bebido un buen scotch mientras tecleaba en la computadora, mi espinoso entusiasmo contra el cantante colombiano habría sido menos aguijoneante. Mas Juanes habría prevalecido de todas maneras como la punta del iceberg para representar todo lo que me irrita por insensatas y/o malintencionadas estas rúbricas reivindicatorias de la infamia, de las que él decidió formar parte. Incluso mis coordenadas sobre su decisión me llevan de nuevo a decir que ya ni creo que sea buena persona, probablemente lo más fuerte que le dediqué (no, perdón, también lo llamé hipócrita, insensible, inconfiable, malagradecido y miserable y cobarde, aunque estos dos últimos calificativos sólo en ciernes, en tanto no se mueva en dirección contraria).

Pero como en la segunda lectura en que me reafirmo en mis convicciones, veo que Juanes simula, engaña, miente.

Juanes ha perdido la oportunidad de convencer a la gente de su medio de proyectarse en el sentido opuesto. La muerte del Mono Jojoi —candidato expedito al infierno— le auxiliaría en el propósito. Pero, ni jota...

De verdad que lamento tener que escribir así. It’s not my style. Soy pacífico —y pacifista hasta cierto punto—, moderado, ecuánime y odio los ataques personales. Pero soy humano y por tanto imperfecto… además de —ejem— pasional, que para algo soy cubano aunque no ejerza tanto. Por eso mi rabieta contra Juanes. A Dios le pido que no me permita de nuevo los ojos inyectados en sangre…

No voy a repetir aquí por qué como un villano de los cartones de los ’40 até a Juanes al bull’s eye de mi tablero de dardos, que para eso lo está el artículo que digo. Simplemente ahora lo que quiero es hacer un ejercicio de justeza —¿o justicia?— y del mismo modo que se las dediqué a él en ese escrito, ahora le pondré papel carbón a las diatribas para los nuevos firmantes.

La campaña de la dictadura cubana para excarcelar a sus cinco carniceros de la tranquilidad ciudadana va in crescendo. No se trata de algunas de esas tradicionales algarabías que no pasan de ser tinta de calamar para enmascarar problemas o mantenerse en el hit parade, o encortinar mandrakísticamente un grano en la cara —últimamente me ha dado por emular a Góngora en la invención de palabras—. Al parecer, se trata de un andamiaje de reclamo bien estructurado de cuyo éxito depende hoy la supervivencia de la revolución, aunque sea en términos del condenado a muerte irremediablemente que, con la apelación, todo lo que obtiene es una moratoria al cadalso.

No dudamos que por medio de su habilidosa manipulación, el gobierno cubano engorde la lista de los que piden la libertad de los cinco terroristas. Ya han firmado también Susan Sarandon y Danny Glover, y resulta fácilmente pronosticable que lo harán, por ejemplo, Pilar Córdoba, Whoopie Goldberg, Alec Baldwin, George Clooney, Jane Fonda, Ted Turner, Kevin Costner y Rigoberta Menchú, por sólo mencionar algunos de la claque castrista histórica. Lo triste del panorama es que para los ingenuos, la cantidad de gente que firme y su prominencia mundial les hará creer que el reclamo es legítimo. En 1936, el mundo acudió jubiloso e idiota a la cita olímpica del Berlín hitleriano…

Así, Juanes no es el único tonto o malvado —hum, esa es otra dicotomía ofensiva en que lo ubiqué en mi artículo atacante…

En la noche del jueves 23 de septiembre, mientras sustituía mi amiga a Alina Fernández Revuelta en su habitual programa “Simplemente Alina” en la WQBA 1140 AM, una emisora de Univisión Radio, en Miami Florida, abordé el tema con el analista y filósofo Emilio Ichikawa. Ichikawa también piensa que el gobierno cubano ha puesto toda su dedicación en esta campaña y que, según sus palabras, está apostando a la llamada vía política para obtener su objetivo.

Las coordenadas del asunto —tal cual prefiero llamarlas de nuevo—, son, la profunda crisis económica de Cuba —algo que por otro lado hay que admitir que no es nueva—, el anuncio oficial del despido de medio millón de trabajadores en un país cuyo único empleador es el estado; la detención del ciudadano norteamericano Alan Gross descrito como espía por el regímen de La Isla, y la circunstancia de una administración demócrata —normalmente “trajinada” por Castro—, para colmo presidida por Barack Obama, el más rojizo de los presidentes norteamericanos que se recuerde y, para rematar, la “resurrección” de Fidel Castro. Raúl carece del poder de convocatoria para una pataleta internacional como sí la tiene su hermano mayor incluso en articulus mortis. Es por eso que Fidel, misteriosamente, ha prometido el regreso a Cuba de los cinco facinerosos. Recientemente, incluso, el gobierno cubano permitió una visita de la esposa de Gross a Cuba. Este gesto de aparente buena voluntad, tiene segundas (malas) intenciones...

Hace poco, la antológica bailarina cubana Alicia Alonso invitó a Obama a Cuba y le dijo, “haga feliz a un pueblo: traíganos a los cinco”. El pedido de la Alonso —que, además de no ver ni bailar a estas alturas tampoco piensa— es desmesurado: para hacer feliz al pueblo de Cuba no hay que llevarle cinco, sino llevarse a dos, Fidel y Raúl, y con ello todos los cubanos —sobre todo dentro de La Isla—, recuperarán la alegría y la felicidad. Pero entretanto, Juanes y otros firman para postergar el derecho a la democracia de los cubanos. Tanta culpa tiene el que mata a la vaca, como el que le aguanta la pata...

 
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